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“El Reino” ya tiene su segunda temporada en Netflix y aquí la analizamos
La nueva temporada de “El Reino” se sumerge en la política internacional actual y presenta una historia distópica sobre cómo sectores religiosos, políticos y militares intentan desestabilizar el sistema democrático desde adentro. Aunque algunos elementos de la trama parecen excesivos, esta temporada ofrece una reflexión inteligente sobre la situación política actual.

En esta temporada, Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti) ya es presidente, pero su poder es cuestionado interna y externamente. Su mano derecha, Rubén Osorio (Joaquín Furriel), intenta crear una sensación de amenaza y caos para frenar cierto descontento social que existe con el líder. Por otro lado, la esposa de Emilio, Elena (Mercedes Morán), busca revitalizar la iglesia intentando “modernizarla” con la ayuda de su nuera Celeste (Sofía Gala Castiglione).
La temporada presenta muchos personajes y subtramas que pueden resultar abrumadores para algunos espectadores, pero se centra principalmente en Rubén, que parece estar siendo visitado por los fantasmas de sus crímenes, en su psiquiatra (Julieta Cardinali) y en el grupo que acompaña a Tadeo (Peter Lanzani) en su recorrido por el país, intentando frenar los avances del presidente y sus “esbirros”.

A falta de apoyos, Vázquez Pena decide armar una literal guardia pretoriana con la ayuda de su chofer (Diego Velázquez) y un importante grupo de militares retirados. El gobierno, operando de distintos modos, irá planeando una manera de sostenerse como sea, aunque esto implique destrozar el orden constitucional.
Si bien la narrativa es efectiva y se acumulan situaciones de tensión, la serie se siente didáctica y bastante simplista en sus diálogos y caracterizaciones. La necesidad de hacer un producto accesible para todo público y de distintos países parece haber operado en contra de la especificidad y la sensación de realidad que necesita una ficción de este tipo para ser creíble.
En conclusión, aunque la nueva temporada de “El Reino” presenta una reflexión inteligente sobre la política internacional actual, su falta de profundidad en los diálogos y caracterizaciones la hace sentir simplista y, en algunos casos, caricaturesca. La trama, aunque efectiva en su narrativa, presenta demasiados personajes y subtramas, lo que puede resultar abrumador para algunos espectadores.